Monday, May 07, 2007

Cellophane flower

Quiero dejar de comer, sí.
Tengo problemas, sí. Y cuando tenías miedo por mí, por mi cuerpo, por mi carne, tenías razón.
Y cuando lloro y cuando no lloro tengo razón. Cuando extraño tu piel amarilla tengo razón, pero a veces no tengo razón y vos no tenés razón

Me duelen tus huesos, y le hablo a varias personas. A dos. Como si estuvieran al mismo tiempo, pero no, soy yo, desdoblándome en infinitas dimensiones como una flor de papel celofán.
Me duele el corazón, el pecho, la sangre. Me duele todo, me duele la sed.

Sos tan dulce como las cosas que son dulces y tan amargo como el té de boldo, y te quiero. Y sos tan dulce y tan loco y tan triste que no puedo olvidarme de vos, yo no puedo.
Yo los quiero, por motivos que son diferentes, por cosas que pasan y que van, por los veleros en el puerto de Piriápolis, por las canciones que aún no escuchamos ninguno de nosotros, por las frutas que no probé.
Me duele el cerebro apretado en una cabeza de humano, un cerebro de humano que no va a cinemateca, una piel de damita, un miedo de nena, de nena del cerro, de pendeja asustada, de muchacha de negro viendo partir el tren, de zapallos rotos en la vereda más limpia de este país.

Me arden los dedos, se entumecen y contraen, te recuerdo y te recuerdo, los calambres del sexo, las canciones que no escuchamos, la transpiración y el miedo.
El amar y el no amar, el desear y el ya no desear, el haber querido un triunfo y una bicicleta para pasear por calles de adoquines.

Tengo una infinita tristeza clavada como una daga voladora, tengo un miedo y una flor.
Te tengo, niño flaco.
Entre algunas certezas vas vos.